Entre la ilusión y la decepción

Hoy he asistido a un espectáculo de magia, un cartel discreto lo anunciaba, no costaba dinero, solo pedía tener ilusión. El mago, de aspecto canoso y sabio, vestía una capa descolorida, una vieja chistera y una varita doblada, pero desbordaba entusiasmo y magia en cada gesto y en cada palabra. Poco a poco, los escasos asistentes de la sala hemos ido participando en el espectáculo, hasta el punto de acabar siendo parte del mismo. Hemos soñado, reído, nos hemos ilusionado. Le hemos pedido volver mañana, y pasado y todos los días, el mago solo nos ha puesto una condición: tener ilusión.

Mañana vuelvo a otro espectáculo, sin ilusión, con los mismos trucos desde hace casi una década. En la cartelera se anuncian siempre los mismos trucos con gran derroche de medios, el de las 200 palomas, el del mañana mañana, el gran truco final. Sin embargo en ninguna de las actuaciones aparece alguno de esos trucos. La actuación consiste en bailarinas y cómicos aburridos que día tras día recitan las mismas frases aburridas, mientras aprendices de mago intentan sacar de sus flamantes chisteras un simple pañuelo. Muchas luces, mucho traje, muchas malas frases y mucho presentador para tan triste espectáculo, donde la ilusión no existe, donde el mayor de los trucos es hacer desaparecer la ilusión y el entusiasmo en humo.